martes, 13 de octubre de 2015

Quédate Conmigo (Adaptada)



Capítulo O9


Es peligroso conducir sin casco —comentó Joanne segundos después con los ojos cerrados, casi sintiendo de verdad el viento contra la cara.Tranquila. Conmigo estás segura.


Pero, a pesar de su estado de ensimismamiento, Joanne sabía que jamás podría estar a salvo con Álvaro.
Sigue así —prosiguió éste con sensualidad—. Abandónate —añadió, acercando la boca al oído de ella.

Joanne creyó oír el rugido del motor, pero era su corazón el que retumbaba en su pecho. Estaban yendo demasiado rápido, y eso la asustaba. Y la excitaba.
Hay una señal de Stop —comentó cuando Álvaro le lamió el lóbulo de una oreja. No hay nadie en un kilómetro. Puedes saltártela —repuso él mientras bajaba hacia el cuello de Joanne.

Y lo peor de todo era que ella deseaba saltársela. Aunque sabía que aquello no podía durar eternamente, ¿por qué no iba a permitirse disfrutar unos minutos?
Te deseo —prosiguió Álvaro con voz rugosa. No podía respirar, no podía pensar. Se giró hacia él para decirle que tenían que parar, pero sus bocas se juntaron y se llevaron todas las palabras, como hojas arrastradas por el viento

Álvaro le ladeó la cabeza para poder saborearla mejor, con más profundidad y vio su orgullo satisfecho al notar el gemido de placer de Joanne. No sabía por qué se resistía tanto, pero, por mucho que afirmara lo contrario, era evidente que sí se sentía atraída hacia él.

Joanne trató de murmurar una protesta, pero se quedó sin palabras cuando Álvaro introdujo las manos bajo su jersey y conquistó sus pechos, suaves, firmes, calientes, sujetos por fina lencería.

Y cuando ella se arqueó y gimió su nombre, Álvaro sintió una llamarada abrasadora de deseo, le pellizcó los pezones, ya endurecidos, y apretó su erección contra el trasero de Joanne.
¿La notas? —le preguntó él, jadeante—. Es por ti... Te voy a...Destruir —completó Joanne con voz angustiada—. Lo siento, no puedo hacerlo —añadió con una mezcla de pasión y terror en la expresión.¿Por qué me tienes tanto miedo? —preguntó Álvaro, frustrado y desconcertado.No es de ti de quien tengo miedo —repuso Joanne después de tomar aliento—. Sino de mí.No te entiendo.Dentro de unas semanas volveré a Londres. Lamento haberte alentado, pero no me interesa este tipo de... relación —explicó con más calma de la que de veras sentía.¿Eso qué significa?Significa que no me gustan los rollos de una noche. No es mi estilo, Álvaro.¿Y crees que el mío sí? —repuso éste con los ojos abiertos de par en par.Sí.No creas todo lo que sale en los periódicos, Joanne —contestó él, dolido. Luego se bajó de la moto y un tenso silencio se instaló entre los dos como un telón infranqueable—. Dale las gracias a tu madre por las pastas. Te llamaré cuando haya terminado de arreglar la bici de Tyler —añadió sin mirarla a la cara.Ya me dirás qué te debo —contestó Joanne tras unos segundos.No lo dudes. Buenas noches —se despidió.

Y no la miró cuando la oyó salir del taller, ni cuando oyó alejarse el motor de su coche. Después agarró un destornillador y lo arrojó enrabietado contra el suelo.

Maldita fuera. Aquella mujer lo sacaba de quicio. Y aunque su irritación se debía en parte a que no lograba acostarse con ella, lo que más lo había molestado había sido que lo hubiese tachado de inmoral. No era la primera vez que lo acusaban sin pruebas, pero nunca le había importado la opinión de los demás..

Las únicas personas a cuyos consejos había prestado atención eran Jordi Wild y Alejando Bravo. No sentía nada por la madre que lo había abandonado ni por el padrastro que se había emborrachado hasta morirse. Jordi y Alejando eran toda su familia; siempre habían estado a su lado y sabía que siempre lo estarían. Eran los únicos que le habían importado...

Hasta reencontrarse con Joanne.

Y no entendía por qué. ¿Por qué no podía dejar de pensar en ella con todo el trabajo que tenía pendiente?, ¿por qué seguía saboreando sus labios aunque ya se hubieran separado?

Y, sobre todo, ¿por qué iba detrás de ella si lo había rechazado?

Había algo en Joanne que se le escapaba, algo difuso que se desvanecía como un sueño que se olvida al despertar...



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