martes, 24 de noviembre de 2015

Quédate Conmigo (Adaptada)



Capítulo 15


Bésame, Álvaro. Por favor —lo presionó ella, al tiempo que le acariciaba una mejilla.


No necesitó más incentivos. Con un movimiento impulsivo, le cubrió la boca con la suya y la abrazó hasta sentir sus senos aplastados contra el pecho. Luego le mordió los labios y la estrechó con la frustración de quien lleva toda una vida esperando un momento. Ese momento en concreto.


—Joanne, ¿tienes idea de cómo te deseo?—murmuró Álvaro.

Ella asintió con un suspiro, echó la cabeza hacia atrás para exponer mejor su deliciosa piel y Álvaro saboreó su dulzura, trazando un sendero de besos por su cuello, bajando hasta adentrarse en el desfiladero de sus pechos. Cuando le acarició el sostén negro, notó que la respiración se le aceleraba.

Experimentó un deseo primitivo de poseerla de inmediato, con violencia y rapidez, para aliviar el dolor que castigaba sus ingles. Pero, extrañamente, necesitaba algo más de Joanne; algo que no había necesitado de ninguna mujer antes.

Joanne se estremeció entre los brazos de Álvaro y acercó su redondeado trasero a la potente erección de él. Luego se dio media vuelta y deslizó las manos por su torso mientras Álvaro le quitaba el sostén, las puntas de sus pechos erectas contra la tela de suave lencería.
¿Sabes lo bonita que eres? —le preguntó con voz ronca, al tiempo que paseaba las manos por los costados de sus senos—. ¿Lo sabes?

Joanne trató de responder, pero no logró articular palabra. Un río de calor líquido anegó su cuerpo, bajo el estómago y entre las piernas. Cerró los ojos y arqueó la espalda hacia atrás para ofrecerse...


Álvaro se agachó y cerró los labios sobre uno de los pezones, aún cubiertos. La mordisqueó y lameteó hasta hacerla estremecer, hasta hacerla gozar de las emociones más intensas y gloriosas que jamás había sentido... salvo aquella noche de hacía ya casi cinco años.

Desabrochó el enganche del sostén con destreza para contemplar sus pechos desnudos y de nuevo volvió a absorber de sus cumbres rosadas. Joanne notó el calor húmedo de sus labios, le mezo el cabello con las manos y lo atrajo aún más.
Por favor, Álvaro —le imploró—. Te necesito.
—Yo también te necesito, preciosa —repuso mientras exploraba sus caderas—. Me estoy muriendo de ganas; pero he pensado mucho tiempo en este momento. Ahora eres mía y no voy a precipitarme...

Sus palabras la excitaron y atormentaron por igual. Y mientras ella pensaba que no podría soportar aquella tortura mucho tiempo, Álvaro siguió besándola y comenzó a acariciarle los muslos, las rodillas, los pies, hasta quitarle los tacones y las medias y volver hacia arriba, beso a beso, poro a poro.

Creyó que perdería el control al alcanzar el interior de sus muslos; después de subirle la falda, recorrió la frontera de sus bragas con un dedo travieso y luego lo introdujo en la humedad de su interior.

Joanne gimió de placer, le clavó las uñas en la espalda y le exigió un nuevo beso en los labios. Álvaro la complació, la acarició con suavidad y siguió moviendo su mano bajo la falda de ella.

Entonces, cuando Joanne recorrió su abdomen y descendió para desabrocharle el cinturón, Álvaro se quedó sin aliento. Luego le bajó la cremallera y rodeó su excitado sexo.

No podía esperar más. Se separó de ella, la levantó en brazos y la llevó hacia la cama. Cayeron juntos y rodaron en un amasijo de piernas y brazos fervorosos, luchando por terminar de desnudarse mientras seguían devorándose a besos. Incluso cuando Álvaro abrió el cajón de la cómoda para protegerse, sus miradas continuaron enlazadas.

—Álvaro —susurró Joanne, instándolo a que se apresurara.

Este perdió el control y se situó sobre ella, entre sus piernas. La observó mientras se adentraba en la intimidad de su cuerpo y ambos exhalaron un gemido, mezcla de placer y de dolor.

La sujetó con los brazos, bajó la cara lentamente hacia el rostro de ella y la besó con dulzura, a pesar de la urgencia que estaba a punto de desbordarlo. Joanne le devolvió el beso con una pasión desesperada y Álvaro notó su rendición, su necesidad... y algo más a lo que no pudo dar nombre, incapaz de pensar por la excitación.

Comenzó a moverse, lento al principio, hasta haberla penetrado a fondo, y fue sumando arremetidas mientras Joanne gemía y le volvía a clavar las uñas en la espalda, pidiéndole más y más, abrasándolo y abrasándose en una misma llama, consumiéndose los dos en su mutuo deseo... hasta culminar aquel glorioso abandono.

No podía moverse. Ni hablar. Se sentía como si estuviera flotando, en paz tras haber vencido al demonio que la había perseguido durante cinco años.

Álvaro le rozó los labios con la boca, la abrazó y ambos rodaron hasta mirarse a los ojos, de lado recostados. Joanne le acarició una mejilla y amó el pálpito agitado que sintió en el pecho de Álvaro...

Sabía que más adelante se arrepentiría de aquella noche, pero no podía arrepentirse de quererlo, como no podía arrepentirse de haber tenido a Tyler.
¿Estas bien? —le preguntó Álvaro, mientras le daba un beso en la frente—. Supongo que eso quiere decir que sí —añadió después de que Joanne emitiese un sonido ronroneante.

Incapaz de contenerse, ésta colocó una mano sobre sus brazos y fue bajando hacia su cintura, hacia sus piernas, hasta tocar una cicatriz que había en su rodilla izquierda.
Me la hice el día que descubrí que no podía volar —comentó Álvaro al ver la mirada curiosa de ella—. Me parece haber leído que las cicatrices les parecen sexy. ¿Tú qué piensas?

Como si Álvaro necesitara ser más atractivo, se dijo Joanne. Luego, mientras apoyaba la cabeza sobre una mano y el codo sobre el pecho de él, recorrió la cicatriz con un dedo y, a la altura de la cintura, descubrió una nueva marca.
Esta parece más antigua —comentó ella.Se la debo a Alejandro —repuso Álvaro, que de nuevo comenzaba a excitarse por las caricias de Joanne.

¿A Alejando? —preguntó ésta mientras posaba la mano en la parte interna de la pierna de Álvaro.
Teníamos quince años e íbamos los dos en mi moto. Se inclinó hacia el lado equivocado al tomar una curva y nos chocamos. Ha sido la única vez que le he pegado y no ha respondido.¿Le pegaste?Por supuesto —exclamó Álvaro —. Me rompió la moto. El esperaba que le pegase. Era una cuestión de honor... aunque la próxima vez que lo vea, creo que le daré las gracias —añadió con una sonrisa perversa.¿Le hiciste daño? —preguntó Joanne entonces.¿No estarás interesada en Alejandro? —repuso él—. Me vería obligado a pegarle de nuevo.
—No, Álvaro. Te aseguro que no estoy interesada en Alejandro. Además, ¿cuándo ibas a pegarle? Tú mismo dices que es muy difícil localizarlo.
—A veces sí, a veces no —contestó con el mismo tono críptico que usaba siempre al referirse a su amigo.
—¿Intentas distraerme? —preguntó Joanne cuando él deslizó los dedos entre sus senos.
—Quizá no me guste oírte hablar de otro hombre en estos momentos — repuso Álvaro, para besarle un punto erógeno de la parte inferior del cuello.
Está bien, hablemos de ti...
—Mi tema favorito.
—¿Por qué te fuiste de Mullingar y no volviste nunca?
--Me gustaban demasiado las motos. Y cuando empecé a competir en el circuito profesional, me enganché —respondió Álvaro, tras reposar la cabeza sobre la almohada—. La verdad es que se me daba bien —añadió mientras le tocaba el trasero.
—Eras el mejor —susurró Joanne, de nuevo excitada—. Pero doce años es mucho tiempo. Y no volviste ni una sola vez.
Tampoco tenía motivos para hacerlo. Jordi y Alejandro se habían marchado, mi padrastro había muerto y yo estaba muy concentrado en mi carrera: competir era lo único que se me daba bien; lo único que jamás había deseado.
—¿Y ahora?, ¿qué quieres ahora? —preguntó Joanne con suavidad.

Álvaro permaneció en silencio unos segundos, mirándola con una intensidad estremecedora.
Te quiero a ti, Joanne —contestó por fin, con voz rugosa, colocándola de nuevo boca arriba, sobre el colchón—. A ti..Álvaro, tengo que irme —protestó ella débilmente.
—Ni hablar. Todavía es muy pronto —dijo Álvaro, para besarla con fuerza a continuación.

Joanne tembló y se abandonó a las caricias de su diestro amante, el cual comenzó a juguetear con sus pezones. Deseosa de tenerlo de nuevo en su interior, recorrió el fornido pecho de Álvaro, que volvió a besarla con la respiración entrecortada.

Luego deslizó una mano hacia los muslos de Joanne y la paseó por su entrepierna humedecida.

—¿Todavía tienes que irte? —la desafió él.
Eso es jugar sucio —protestó Joanne, justo antes de que Álvaro la penetrara de nuevo.

Joanne le rodeó el cuello con los brazos, la cintura con las piernas, arqueó la espalda para sentirlo más dentro y aguantó cada arremetida hasta la llegada de los primeros espasmos... y de los segundos... hasta que ambos se desplomaron sobre el colchón, colmados y desfondados.

Álvaro se separó lo justo para poder abrazarla y Joanne recordó las palabras que él le había dicho antes: «tú me importas, Joanne».

¿De veras?, se preguntó emocionada. Pero, aunque así fuera, pensó desolada, no tenían futuro en común. Álvaro ignoraba que Tyler era su hijo y ella sabía que aquel secreto los separaría siempre y arruinaría cualquier proyecto feliz que intentaran compartir.



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