martes, 1 de diciembre de 2015

Quédate Conmigo (Adaptada)



Capítulo 16


Era la una de la mañana y Álvaro aparcó el coche frente a la casa de los padres de Joanne. Había estado muy silenciosa en el camino de vuelta y Álvaro la notaba más distante por minutos. Lo cual no comprendía.


Había muchas cosas que no entendía acerca de esa mujer. Demasiadas.
Bueno, tengo que entrar —dijo ella—. No quiero que mis padres...
—Quédate sólo un minuto más —le pidió Álvaro, al tiempo que le acariciaba un brazo.

Percibió la tensión de su cuerpo, pero Joanne asintió y, poco a poco, se relajó. Se quedaron sentados, en silencio, y Álvaro se dio cuenta de que jamás en su vida se había sentido tan contento, tan tranquilo.

Miró por la ventana hacia los jardines de césped y flores. Siempre había envidiado a esas familias en las que los padres iban al campo de fútbol con sus hijos y las madres organizaban fiestas de cumpleaños. Siempre le había parecido que eran miembros de un club privado en el que sólo los privilegiados podían entrar..


Sólo Jordi y Alejandro podían comprender ese sentimiento, aunque ninguno de los dos lo admitiría. Se habían pasado demasiado tiempo intentando hacerse los duros, fingiendo que todo les daba igual...

Se giró hacia Joanne y la besó con una avidez que lo sorprendió.
Esto no ha sido una aventura de una noche, Joanne —le dijo cuando separó los labios—. Voy a volver. No sólo mañana, sino al día siguiente, y al siguiente y al siguiente. Y al siguiente también. Te lo aseguro.Niall, me marcho dentro de tres semanas...Entonces disfrutemos de esas tres semanas. Tú, Tyler y yo. A partir de mañana mismo; es decir, a partir de hoy — Álvaro consultó el reloj—, dentro de nueve horas exactamente. Os recogeré para ir de picnic.

Joanne hizo ademán de denegar con la cabeza, pero él la abrazó y volvió a besarla hasta dejarla rendida.

Empañaron las ventanas antes de que, finalmente, la acompañara hasta la puerta. Y mucho después de su último y hambriento beso, después de que ella entrara y apagara la luz del porche, Álvaro se sentó en la camioneta y se quedó pensativo, preguntándose qué tenía esa mujer para haberlo atrapado de esa forma.

Una orquesta de jazz actuaba en el parque. El viento soplaba con suavidad y agitaba las hojas de los árboles, que daban sombra a las docenas de mantas y sábanas que se extendían sobre el césped. Los adolescentes jugaban al baloncesto en una cancha cercana, mientras que los más pequeños correteaban por un parque.

Una tarde de parque como otra cualquiera, pensó Joanne, salvo que esa vez ella y Tyler habían ido con Álvaro Herreros.

Suspiró, se quitó las sandalias, se subió la falda por encima de las rodillas y se sentó sobre la sábana que Álvaro había tendido bajo la sombra de un árbol. Tyler le había pedido a Álvaro que lo empujara en los columpios y ella se había quedado sacando las cosas que su madre había insistido en preparar: ensalada de atún, sándwiches de jamón y queso, alitas de pollo, pastas de chocolate y litros y litros de limonada. Había comida suficiente para alimentar a toda la ciudad, y aún sobraría algo.


Sabía lo que su madre tramaba; que aprobaba la relación que Álvaro estaba tratando de sacar adelante. Pero no iba a dejarse influir por Janet, pues ya era mayor, aunque no más inteligente en lo concerniente a Álvaro.

La lógica y el corazón disputaban sin descanso, pero Joanne no había logrado renunciar a disfrutar de unos días preciosos junto a Álvaro. El dolor de dejarlo quedaría compensado por la felicidad de esos momentos.

Tyler dio una carcajada de alegría mientras Álvaro lo empujaba un poco más alto. Joanne también sabía lo que era sentirse en el cielo, extática. Le bastaba una mirada o una caricia de Álvaro para empezar a elevarse y acabar con la cabeza en las nubes.

El pecho se le hinchó de felicidad al ver tan unidas a las dos personas a las que más quería en el mundo. Quería recordar cada minuto que iban a compartir, cada imagen, cada olor. Más tarde, cuando regresara a Londres y las noches se le hicieran interminables, podría recordar cada uno de esos mágicos momentos.

Sobre todo, se acordaría de la noche anterior; de cada susurro y cada beso. Y esa vez, mientras hacían el amor, había sido su nombre el que había salido de los labios de Álvaro . Sí, Álvaro había sabido perfectamente que estaba junto a Joanne Smith, y aquello sería un recuerdo imborrable.

Tyler la llamó y Joanne lo saludó con la mano. Luego, cuando Álvaro le guiñó un ojo, el corazón se le aceleró. Notó que la estaba mirando con hambre, y no precisamente de ensalada.

Sabía que volverían a hacer el amor, lo cual la excitaba y perturbaba por igual.

La comida estaba lista cuando, minutos después, Tyler llegó corriendo y se sentó sobre una mantita verde.
¿Me has visto, mamá?, ¿has visto que alto estaba?Has ido tan alto que los pájaros no podían volar —repuso Joanne con voz amorosa.

Álvaro tomó asiento junto a ella, la rodeó con un brazo por los hombros y le dio un beso en los labios antes de que Joanne pudiera protestar. Esta miró a su hijo, cuyos grandes ojos se habían agrandado aún más.
¿Por qué besas a mi mamá? —le preguntó Tyler a Álvaro, asombrado.¿Por qué me gusta un montón —contestó él, sin soltar a Joanne—. ¿Te parece bien?Si a ella le gusta, a mí también —dijo Tyler, tras meditar la respuesta unos segundos. Luego, distraído por el ladrido de un perro, desvió la mirada—. Mira, ahí está Joshua —dijo al ver a un rubio con pecas, compañero de la escuela, quien lo estaba saludando y haciéndole señas para que fuera a jugar con él. Tyler pidió permiso a su madre con la mirada y, cuando ésta asintió, tomó dos pastas de chocolate y salió como una bala.

Corría como un atleta, pensó Álvaro. Entonces se preguntó si el padre de Tyler habría sido atleta, algún deportista famoso al que hubiera conocido en el periódico.

Aunque, por otra parte, prefería no saber nada del padre, para no aceptar que Joanne había estado con otro hombre.

Se olvidó de su enojo y la volvió a besar, en esta ocasión con más ardor, toda vez que Tyler ya no estaba presente.
Álvaro —Joanne interrumpió el beso—. Por favor. Cuando anoche decías por favor significaba que querías más —le susurró él al oído.Ya sabes a qué me refiero —se resistió Joanne—. Aquí no podemos hacerlo.¿Por qué no?No quiero que Tyler se confunda con nosotros —repuso tras localizar a su hijo con la mirada—. Quizá no lo entendería.Yo no lo entiendo, y estoy más que confundido —replicó Álvaro —. ¿Por qué no me lo explicas tú?Ya te he dicho que me voy dentro de tres semanas. Sería duro para Tyler si te tomara demasiado... cariño.¿Y a ti, Joanne? -susurró él.-. ¿A ti también te resultaría duro?Nosotros somos adultos, Álvaro . Sabemos cómo manejar nuestros sentimientos.

Lo que no era cierto. Porque Álvaro no tenía ni idea de cómo controlar los sentimientos que Joanne había despertado en él. La deseaba más que a ninguna mujer y no se trataba de mero sexo, por bueno que éste fuera.
De acuerdo, lo haremos a tu manera—concedió Álvaro—. Cuando Tyler esté cerca, seré bueno... Pero cuando no esté delante, te aconsejo que estés atenta, porque voy a ser muy malo —añadió en tono pícaro, al tiempo que le rozaba el labio inferior.

Álvaro apreció el deseo que nubló los ojos de Joanne, la cual había cerrado los ojos y entreabierto la boca.
Me voy a jugar al fútbol con los chicos—prosiguió él, obligándose a cumplir su reciente promesa—. Pero piensa en lo que acabo de decirte.

¿Cómo quería que pensara nada?, se preguntó Joanne, tan excitada que apenas podía respirar. En todo caso, pensaría en él: en su boca, sus manos, sus labios...

— ¡Joanne!



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